bo un tiempo en el que cuando alguna llamaba, todas acudíamos. Cuando la realidad, la más triste, obscena y cruel realidad, nos afectaba a todas de igual manera porque las prioridades estaban claras. Cada mujer asesinada , cada agresión sexual, cada criatura maltratada era un empujón que nos hacía seguir adelante, desmintiendo falsedades, exigiendo soluciones. Incansables, ruidosas, beligerantes, creativas y siempre, siempre, unidas.
Daba igual el color y el pelaje, la edad y la perspectiva, cuál era nuestro libro, nuestra líder o nuestro lenguaje. Daban igual las discrepancias, porque aunque los principios y creencias de cada cual eran irrenunciables, no había reparto de carnets y todas sabíamos de la existencia de un vínculo común que nos hacía fuertes e inquebrantables. La confianza y la estima mutua triunfaban sobre el sectarismo y la condena fácil. Nunca fuimos del pensamiento único pero siempre supimos que la unidad de acción nos hacía invencibles.
Un tiempo en el que no se preguntaba quién es la que llama, sino solo el sitio y la hora.
Un tiempo en el que éramos una tormenta de rabia e indignación y nuestro grito tan clamoroso, tan potente y universal que el mundo tuvo que oírnos.
Se han roto demasiados puentes, creado demasiados demonios. La sororidad quedó enterrada bajo el peso de los dogmas. Perdimos la palabra y nos quedo el insulto. Destruimos la confianza mutua, la fe en las otras, quemando la hoja de ruta que marcaba el camino por el que todas podíamos transitar.
Ahora nos siguen matando los que nunca han dejado de hacerlo y ,espantadas, queremos llenar las calles de una marea humana que impida la condena tibia y la mirada indiferente.
Pero antes, amigas estimadas, necesarias y respetadas, habrá que volver a mirarnos a la cara, a los ojos, desde el corazón feminista que nos identifica, para vernos y reconocernos. Para hablarnos como las socias que somos en la lucha por la vida que merecemos. Haciéndolo, es evidente, desde las diferencias que ni pueden ni deben desaparecer, pero que en ningún caso, pueden ser herramienta de autodestrucción