Categoría: sostenibilidad

INCENDIOS Y RESPONSABILIDADES

Ante las últimas catástrofes, más o menos naturales, mucha gente anda, y con razón, cabreada y preocupada. Algo anda mal y alguien no ha hecho lo que debía, pero estaría genial poder explicar y convencer de su error a quienes echan la culpa, de eso como de todo, al Gobierno de España . Cabrearse con el gobierno es un deporte nacional que no tiene nada de malo porque es evidente que no siempre cumple lo que promete. También se le da genial lanzar humo para disfrazar renuncias imperdonables como ha hecho ante el genocidio de Gaza, dicho sea de paso.

Pero en el tema de la gestión de catástrofes, las cosas también están claras y solo adjudicando a quien corresponde realmente su cuota de responsabilidad será posible hacerles pagar la factura correspondiente por la pérdida de vidas y de recursos naturales. Que no es nada fácil, véase a Mazón sobreviviendo a la décima manifestación que pide su dimisión.

La cuestión es que son las Comunidades Autónomas y sus gobernantes quienes tienen las competencias para afrontar las emergencias y catástrofes. Tienen el derecho y la obligación. Aunque siempre han de contar con la colaboración del Gobierno, según sea solicitada, en materia de personal y material. Pero no es lo mismo colaborar que pasarle el marrón a otros cuando vienen mal dadas.

Así que ya está bien de ver como Presidentes de comunidades autónomas hechos y derechos que ganaron las elecciones y asumieron la dirección de sus territorios, cuando les viene grande la tarea, cuando no saben realizarla con eficacia, cuando se equivocan y sus errores causan víctimas y daños materiales, reclaman a grito pelado a papá Estado lo que no es de su competencia atribuyéndole una responsabilidad que no tiene. Ya está bien de intentar despistar a la inquieta y decepcionada opinión pública manipulando su inquietud y pretendiendo obtener rédito político.

Solo en tres circunstancias ( cuando se declara estado de alarma, excepción o sitio) el gobierno del Estado puede intervenir. Sólo si la propia Comunidad autónoma lo reclama formalmente el Gobierno puede encabezar la gestión de la catástrofe. No es un hecho opinable, es lo que recoge la Constitución. Son las reglas del juego y no se pueden variar según convenga para confundir al personal y esquivar la bronca. Sobran maniobras de distracción que solo sirven para que los verdaderos responsables no asuman sus errores y deficiencias en la gestión.

VERANOS EXAGERADOS

No sería de extrañar que le empezaran a crecer membranas cartilaginosas en dedos de pies y manos. Al final tendría una apariencia bastante parecida a un pato, por ejemplo, animal que no le caía especialmente bien, pero que no era de las peores opciones.

Esa era la consecuencia de pasar tanto tiempo en el agua, muchas más, sin duda, que bajo techo, intentando así sobrevivir a una jornada de calor que transcurría con parsimonia y sin piedad.

El agua de la piscina, fresca aunque no fría, parecía el único lugar del mundo apto para la supervivencia, solo superado por los espacios cerrados donde un aparato de aire acondicionado rugía a cualquier hora del día para facilitar paz climática a sus habitantes.

Mientras se miraba las arrugadas yemas de los dedos, no causadas por la edad para variar, sino por el largo período en remojo, recordaba en ese mismo jardín los estanques helados con finos cucuruchos de hielo que colgaban de los árboles. Cuando la vegetación estaba cubierta por un consistente manto de nieve y la piscina por un fino cristal azulado. Cuando al respirar se podía jugar al efecto locomotora, lanzando un vaho que desaparecía rápidamente y no se exponía ni un milímetro de piel para evitar convertirse en un ser amoratado a consecuencia del frío.

Esos eran los inviernos obedientes con las normas climáticas estudiadas en los libros de escuela, que quizás nunca volverán. Nos dejan estos veranos tan exagerados como inhabitables que acompañaran un buen rato, quizás para siempre, a la humanidad autodestructiva e incompetente de la que formamos parte.

Nos han robado la primavera

Sería un puntazo que en lugar de seguir rezongando por el calor que hace , de temer lo que nos espera cuando llegue el verano que ya se anticipa,  de protestar airados ante estas  temperaturas extremas que nos han robado la primavera. …fuéramos capaces de afrontar el problema de cara para ponerle solución.  Se nos da bien el parloteo, la queja furibunda, la protesta desnatada pero nos cuesta comprender  que no es un problema con el que podamos convivir eternamente porque si no acabamos con él, acabará él con nosotros. Y no es una peli apocalíptica para visionar relajadamente comiéndose un helado,  sino una promesa cada vez más real y menos virtual.

El verano de 2022 fue cinco semanas más largo que los anteriores, dice la AEMET, el más caluroso desde hace 107 años, causante directo o indirecto de la muerte de más de 4700 personas en España.  Las flores no brotan cuando toca, cada vez hay menos insectos que aunque nos mortifiquen son necesarios para la supervivencia y este mes la temperatura media de los océanos ha superado todos los registros históricos. Si nada lo remedia, el calor y la sequía podrían instalarse en España en 30 años dejando en Madrid un clima similar al del Marrakech.

El cambio climático es hoy el segundo problema del país y eso ayuda a modificar hábitos , como estamos haciendo indudablemente.

Pero  no todo  depende de nuestras modestas acciones relacionadas con el ahorro de agua o energía. No depende solo y en exclusiva de que reciclemos más o usemos menos plásticos. De que comamos menos carne o vayamos en bus o compremos bombillas de bajo consumo o nos compremos coches no contaminantes. Todo eso ayuda, claro que sí, y es imprescindible para conseguir invertir las prioridades poniendo por delante las necesidades del planeta y no las propias.

Pero ante la absoluta  unanimidad científica  que avisa de las gravísimas consecuencias del  aumento de tan solo 0’5 grados al llegar a final de siglo ( elevación del nivel del mar, extinción de los arrecifes de coral…) hace falta, sobre todo,  el compromiso responsable y coherente de los gobernantes de las potencias mundiales con las políticas de sostenibilidad .

Se trata pues de desalojar de los sillones del poder  -a empujones, a codazos, mayormente con votos que es lo más recomendable-  a quienes los ocupan y son perezosos, ignorantes o defensores de intereses ajenos a la mayoría. Gente como ese cretino senador republicano capaz de asegurar que el calentamiento global es beneficioso a menos que vivas en África. Quizás ese nos pille lejos, pero otros hay mas cercanos que afirman que el cambio climático que vivimos es natural , sin mayores consecuencias que algunos osos polares esqueléticos utilizados para  crear un alarmismo medioambiental injustificado.

Más cerca todavía, al alcance de nuestro voto y nuestra exigencia están las candidaturas autonómicas y municipales que en sus programas electorales deberían incluir inexcusablemente políticas verdaderamente contundentes y eficaces en materia medioambiental.

Se consiguen menos coches con más transporte público. Se reduce el gasto de energía si las calles son lugares habitables con sombras que permitan la supervivencia. Se ahorra agua si la red pública está en las condiciones adecuadas. Los árboles atemperan el ambiente, si no se les deja morir y pueden hacer su labor. La pintura blanca o la grava  frente al hormigón o el asfalto construyen ciudades aptas para la vida.

En época electoral la responsabilidad es compartida entre quien pide el voto y el que lo da. Hay que votar con responsabilidad, apostando por la sostenibilidad si no tienen otro planeta al que irse a vivir.

25 abril, 2023

TIEMPO LOCO

En la cola de la frutería, un señor intentaba apasionadamente convencer a la clientela de que era normal y habitual que lloviera durante 20 días seguidos,  a pesar de que la mayoría del personal en absoluto acostumbrada a andar con  botas de agua, paraguas e impermeable, sienta ya la tentación de buscarse un Arca de Noe donde ponerse a resguardo. Hablaba del refranero ( en Abril, aguas mil…) de lo bueno que era para el campo ( aunque no parece haber unanimidad sobre ello..)… rememoraba nostálgico otras primaveras también muy lluviosas….en fin, que el hombre se esforzaba para normalizar el fenómeno, con poco éxito porque  lo cierto es que no tenía ninguna razón.

Hay cosas, sucesos, acontecimientos que no son normales, no son habituales, no son frecuentes y que no se prestan a  falsificar la verdad , a adaptarla a nuestro punto de vista , a nuestra manera de pensar a base de martillazos hasta que todo encaje.

Que llueva tanto no se debe sólo a que el tiempo este loco, que es un recurso muy común de conversación de ascensor, pero poco más. El tiempo está loco, sí, , y por eso a veces atravesamos épocas de sequías donde a los pantanos se les ven las vergüenzas porque se quedan casi vacíos  a los que siguen diluvios universales como este que estamos viviendo que dificulta enormemente la vida, genera problemas mentales poco asumidos pero evidentes, causa problemas de movilidad cortando carreteras y caminos y , sobre todo , origina enormes pérdidas a un sector tan castigado y prioritario como es el campo. Como el tiempo está loco han desaparecido las primaveras y los otoños y nos hemos acostumbrado a pasar del frío, tampoco demasiado exagerado, a días de enorme y bochornoso calor. Por eso la nieve se ha convertido en un bien escaso y en las estaciones de esquí la han de fabricar como quien fabrica algodón de azúcar. 

Pero la terrible cuestión que subyace es que el tiempo no está loco sino que lo hemos vuelto loco nosotros, la insensata Humanidad a pesar de avisos y amenazas que ya vienen de lejos pero que por un oído entran y por otro salen, como si no hubiera nada en medio.  Los viene haciendo la comunidad científica con argumentos que no deberían ser objeto de discusión,  sin conseguir que asumamos que el planeta y sus recursos son finitos, aunque nuestra estupidez y capacidad destructora sea infinita. Y ninguno hacemos lo que debemos. Ni a gran escala, ni a pequeña, no nos engañemos.

Los Gobiernos siguen aprobando directrices que ellos mismos incumplen sistemáticamente y el daño sigue produciéndose de forma inexorable desde el desprecio más o menos explícito a las políticas de sostenibilidad. En el papel se siguen proponiendo medidas y en los discursos abundan las buenas intenciones, pero en la práctica nadie pone freno a las grandes empresas que contaminan impunemente, que explotan recursos naturales sin ningún miramiento a lo que dejan atrás. Incluso hay políticos, cuya acción de gobierno si algún día llegaran a gobernar sería catastrófica, que afirman desde la más completa ignorancia y la mas estúpida soberbia que el cambio climático es una enorme mentira, una falacia, un espejismo. Que afirman con total descaro y desvergüenza que el calentamiento del planeta evitará que la gente muera de frío. Y que por ello votan en contra de las leyes que pretenden garantizar un planeta que podamos seguir habitando.

Pero existe  también una responsabilidad individual que no se puede negar. Empezando por la que nos obligaría a desmentir a quienes pueden aumentar el daño con sus mentiras. Continuando por incorporar a nuestros hábitos cotidianos las precauciones necesarias para contribuir al bien común. Desde evitar el uso innecesario del coche, hasta usar el transporte público pasando por reciclar correctamente o no hacer un uso abusivo de la climatización.  Desde consumir productos elaborados con respeto a la naturaleza hasta no participar en la orgía consumista que solo a algunos reporta beneficios.  Desde no usar bolsas de plástico que asfixian el medio ambiente hasta apagar luces, separar  la basura, usar bombillas de bajo consumo, evitar aparatos siempre enchufados, cerrar los grifos …No es una  lista de los boy scouts, es la descripción de la forma de actuar propia de personas inteligentes que quieren mantener vivo y en condiciones un lugar donde vivan las próximas generaciones.

30.3.2022

CALOR

Si de algo sabe Xàtiva , si en algo somos especialistas, es en sufrir las más altas temperaturas estivales, hasta casi el punto de la incineración, para resurgir de las cenizas, verano tras verano, tostados pero supervivientes . Los veranos asfixiantes constituyen una seña de identidad de la ciudad, como el bastón o la sandía que siempre aparecen en los carteles publicitarios. Y hay una cierta unanimidad en señalar que en los últimos años los termómetros han subido todavía más, de forma escandalosa hasta alcanzar temperaturas volcánicas difíciles de soportar, incluso para el más aguerrido socarrat.

El cambio climático viene a ser el ogro del cuento al que echamos la culpa de todos nuestros males, sin reconocer hasta qué punto le hemos dado de comer para que adquiriera las dimensiones actuales. Sin mencionar que hace tiempo que lo vemos venir, cada vez más amenazador, sin hacer absolutamente nada ante sus evidentes intenciones de dejarnos sin un hábitat que permita nuestra supervivencia.

No acabamos de entender las causas y, mucho menos, la necesidad, de combatir el cambio climático. Lo del efecto invernadero de tan repetido, aburre, y nos falta imaginación para anticipar el peligro que generan todos esos gases acumulados en la atmósfera impidiendo que el calor del sol pueda escapar. Gases causados por la enorme hoguera que la Humanidad enciende para obtener energía, por las emisiones de la gigantesca cabaña ganadera y la pérdida de enormes extensiones vegetales. Todo ello provoca que el calor del sol no pueda escapar y se acumule en la Tierra, con consecuencias encadenadas que están detrás de las inundaciones, de las sequías, de los tsunamis y de las borrascas anticiclónicas que nos amargan la existencia.

A pesar de todo, el diseño de las ciudades sigue, en general, sin tener presente un tema tan caliente para intentar ponerle remedio con estrategias urbanísticas. Que existen, no cabe duda y permitirían hacer la ciudad más habitable para quienes no pueden huir de ella. En ese sentido, para combatir el calor hay opciones. Algunas son curiosas como lo que hacen en Los Ángeles (EE.UU.), donde han pintado de blanco el asfalto de algunas calles para mitigar el calor. También se trata de evitar las superficies impermeables – asfaltos y plazas duras, que tanto nos gustan por aquí- pero almacenan el calor de forma significativamente mayor que las superficies permeables, es decir, zonas verdes o suelos sin alquitrán. Y sobre todo son elementos decisivos los árboles, los grandes árboles que modifican el microclima a través de la sombra y la respiración y contribuyen a la hora de atrapar la humedad y la lluvia, como bien sabe quien haya paseado por un bosque umbrío. A señalar que los árboles son seres vivos, necesitados de cuidado y mantenimiento en mayor medida que las farolas, para evitar las averías que al igual que ocurre en otras especies, aparecen con la edad.

En todo caso, las abonadas al abanico, y los del sudor perenne en la frente, tienen una buena noticia que celebrar que es la reciente aprobación en España de la Ley del Cambio climático. Norma que más pronto que tarde impondrá cambios no solo en la macropolítica sino en nuestros hábitos más cotidianos, desde encender la luz sin necesidad hasta acabar con los desplazamientos en coche para ir a la farmacia de la esquina. La manera de producir y transportar de las empresas, los materiales y diseño de las viviendas, las políticas de ahorro de agua de calidad, el diseño urbanístico tendrá que someterse a normas indiscutibles para evitar que el efecto invernadero seque nuestras raíces y nos convierta en Historia antigüa

SIN PLANETA B

el clima

A estas alturas hay gente que podría facilitar como dirección para notificaciones el  espacio situado  ante el Ayuntamiento  dado que se pasa la allí la vida, o por menos muchas tardes. Y aunque para algunos tal dedicación,  pueda ser motivo de pitorreo, tienen mucho mérito.  Porque   esa ciudadanía que arrastra sus cansados hueso, o prescinde de otras ocupaciones  normalmente mas entretenidas, o subordina su complicada a agenda para asistir a la concentración de turno es la línea de defensa y presión  que nos queda en muchos casos ante necesidades y problemas en los que nos jugamos mucho. Por ejemplo, luchar por las pensiones que nunca cobraremos, condenar sin paliativos a quienes asesinan a las mujeres sin recibir la respuesta adecuada, o exigir el la protección de la naturaleza, habida cuenta de que no tenemos planeta B, para trasladar nuestra torpeza cuando acabemos de rematar éste.

Esta última motivación es la que justifica la convocatoria de mañana viernes a las 19.30 de la tarde, en el lugar de costumbre. Y tiene una importancia capital porque si entre unos y otros, dinamitamos el patio de juegos que ocupamos, ya no habrá juego al que jugar.

Desde hace décadas la comunidad científica alerta del deterioro de un gran número de ecosistemas. El último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) muestra la gravedad del cambio climático, así como la urgencia de intervenir ante este grave problema para evitar que la temperatura global del planeta se eleve por encima de 1,5ºC.

Porque la cosa es que si se supera esta temperatura asistiríamos, por ejemplo, a un alarmante aumento del nivel del mar, lo que expondría a  millones de personas a catástrofes como inundaciones y olas de calor. La pérdida de biodiversidad que padeceríamos con el aumento a 1,5 °C sería catastrófica, pero si el ascenso es a 2 °C, el problema sería completamente irreversible por la desaparición de especies de plantas, animales, insectos, e incluso la muerte de casi la totalidad de los arrecifes de coral. El panorama es ciertamente preocupante aunque hay gente que se lo toma con calma, como si estuviera hablando del planeta y del futuro de otros, sin darse cuenta de que por activa o por pasiva, todos somos responsables.

Hay quien defiende que si los dinosaurios se extinguieron pero la vida continuó en el planeta, sólo hay que estar preparados para aclimatarse. Sin embargo olvidan que fue la propia evolución de la naturaleza quien se los llevó por delante, y no la actividad disparatada y letal de una especie, la humana, que arrasa allí donde pasa.

El hecho es que durante la semana que está a punto de acabar se han convocado movilizaciones masivas en todo el mundo que culminaran mañana en las concentraciones previstas. Quienes han convocado, firmemente sustentados en las advertencias científicas, han sido movimientos ciudadanos, mayormente constituidos por gente joven. En España cuentan con el apoyo  de más de 300 organizaciones de carácter social, grupos ecologistas, ONG, sindicatos, que han firmado un manifiesto en el que se pide que se declare de manera inmediata la emergencia climática y se tomen las medidas necesarias para reducir a cero las emisiones de gases de efecto invernadero en el plazo más corto posible.

Es una emergencia, sin lugar a dudas, como la define el diccionario es un suceso que exige atención inmediata ya que implica un desastre consumado o potencial.  Y es evitable si se produce la reacción necesario que parece improbable mientras nos toquen  gobernantes instalados en la estupidez o la desidia, incapaces de comprender que los  episodios de lluvias catastróficas o las olas de calor, no son casualidades climatológicas, ni anécdotas triviales sino señales claras y contundentes de que estamos liquidando un ecosistema que no tiene reemplazo posible.

 

MOVILIDAD QUE VA Y VIENE

La Semana Europea de la Movilidad, que coordina el Ministerio para la Transición Ecológica no es ninguna tontería. Es una campaña dirigida a sensibilizar, tanto a los responsables políticos como a la ciudadanía, sobre las consecuencias negativas que tiene el uso irracional del coche en la ciudad, tanto para la salud pública como para el medio ambiente. Es un esfuerzo para convencer al personal de los beneficios de utilizar medios de transporte sostenibles como el transporte público, la bicicleta y  los viajes a pie. Es un intento de hacer de las ciudades espacios para las personas, para todas ellas, las que caminan y las que tienen dificultades, las que son adultas y las criaturas. En todo caso, anteponiendo siempre las personas y sus necesidades,  a los coches.

movilidad_1    Es una iniciativa que refleja un interés creciente y sostenido por analizar una realidad tan cotidiana como son los problemas para trasladarse que se sufren en las ciudades y pueblos. El objetivo es  detectar esos conflictos, menores en apariencia,  que complican la vida de la gente para intentar ponerles solución. En 2019 se celebra  del 16 al 23 de Septiembre en multitud de ciudades de España y  Europa.

Hablar de movilidad no sólo es planificar aparcamientos y  rotondas, que por otra parte, son elementos que facilitan  el tráfico y la seguridad, sino también esforzarse por mejorar  la  calidad de vida, garantizando la  seguridad viaria, protegiendo la sostenibilidad medioambiental.

Por eso, en España, solo en el pasado año 2018, casi 500 ciudades presentaron proyectos. Que además tienen la particularidad de que han de surgir de la participación ciudadana, de la sociedad civil, de instituciones  y empresas que tienen que hacer una aproximación honesta a la realidad local para aportar soluciones coherentes y eficaces a los problemas detectados.

En Xàtiva, no es un evento de larga tradición, aunque en realidad, la iniciativa europea está viva desde hace 20 años pero era mucho pedir a algunos gobernantes de la ciudad, ya jubilados, que prestaran atención e invirtieran medios en algo tan cotidiano y vulgar como los problemas de movilidad,  habiendo otras inversiones mucho más vistosas y rentables como una plaza de toros. Dónde vamos a parar.

Desde la  Mesa de Movilidad creada en Xàtiva a tal efecto, se seleccionaron una serie de  actividades que merecieron el reconocimiento externo en forma de premios otorgados al Ayuntamiento. Éste aprobó además hace poco más de un año, un Plan de Acción del Programa de Movilidad Urbana Sostenible. Ya tardaba porque para una ciudad de estas características era obligatorio desde 2011. Debía servir para avanzar hacia una ciudad donde quien  caminara, usara la bicicleta o el transporte público tuviera preferencia antes los omnipresentes coches pero será difícil conseguirlo si duerme en un cajón.

Pero este año, en las fechas previstas,  no parece que el viento sople a favor. Quizás alguien esté evaluando la experiencia anterior y preparando la del próximo año, pero no hay señales de que en  2019 desde el Ayuntamiento  se hayan hecho los deberes. Y es una lástima. Aunque es bien sabido que cada maestrillo -cada concejal- tiene su librillo,  parece señal de inteligencia y generosidad mantener lo que ha dado  resultados contrastados,  innovando con sensatez, allí donde se considere necesario. Como por ejemplo, se ha hecho en la programación teatral. Todo es mejorable, sin duda, pero se trata de dar continuidad a aquellas actuaciones que ayudan a una mejor convivencia y afrontan los problemas cotidianos, impidiendo que  se pierdan por los avatares de la política que nunca debiera servir para crear problemas, sino para solucionarlos. Aunque al parecer, esa sea una regla de difícil cumplimiento.

EL DILEMA

El cambio climático anunciado por el mundo de la ciencia desde hace ya muchos años, y negado con la misma insistencia por algunos políticos ignorantes y atrevidos, es ya una realidad que podemos percibir en cada inundación, en cada tornado, en cada fenómeno climático que nos deja boquiabiertos ante su potencia y su capacidad destructiva. PLASTICOS 1

El cambio climático nos acabará destruyendo a todos. No hace falta ser Nostradamus   para hacer la predicción. Destruirá a los que creen en él y se movilizan para impedirlo y a quienes en un ejercicio intolerable de egoísmo e insolidaridad, predican aquello del sálvese quien pueda, o peor aún consideran que no les afecta el asunto porque cuando se produzca el desastre anunciado, ellos estarán criando malvas.

Así  piensan algunos de la tercera edad, porque la acumulación de años no siempre hace más sabias y generosas a las personas. Pero también lo piensa parte de la gente joven, que es incapaz de interesarse por nada que no le afecte de forma individual, porque lo colectivo les resbala y presumen de su escepticismo como si eso fuera virtud en lugar de cobardía y estupidez. Y también hay adultos, ni jóvenes ni viejos, que se dedican a sobrevivir en el día a día que a veces se les presenta muy duro, trabajando, afrontando y resolviendo problemas, construyendo una existencia sin darse cuenta de que todo eso son edificios construidos en una bola, en un planeta,  que rueda hacia el desastre.

No nos pongamos apocalípticos. Que para eso ya hay películas la mar de descriptivas y angustiosas. También hay pasos en la dirección correcta  como los dados por el Parlamento de Navarra, o se proponen por la Comisión europea.

Si uno lo piensa, es un placer ver aumentar en las ciudades el número de personas que utilizan medios de transporte alternativos en lugar de coger el coche para ir al kiosco de la  esquina. Da un poco de susto ver la proliferación de  patinetes, tablas y otros inventos con los que la gente se desplaza de forma rápida y nada contaminante, aunque generando a veces cierto peligro para la integridad física del resto de peatones que ocupan la calle. Pero ciertamente son un avance indicativo de la colaboración necesaria en un esfuerzo colectivo , grande y permanente, que  será el único capaz de frenar la degradación de este planeta que nos acoge y que estamos demostrando que somos muy capaces de destruir.

Es también una medida acertada la restricción del uso del plástico por lo que tiene de contaminante de efecto permanente. El 90% de las bolsas de plástico se usan una sola vez, durante un período de entre 12 y 25 minutos como máximo y luego tardan más de 100 en descomponerse. Cualquiera se estremece cuando le dicen que cada segundo llegan al mar 200 kilos de plástico. Queda la pregunta de si hacernos pagar por las dichosas bolsas causará el suficiente disuasorio para abandonar su uso. Pagamos por ellas un precio ridículo desde el 1 de Julio aunque habrá que esperar al 2021 para su prohibición total.

España es el segundo país, detrás de Turquía, que más plástico está vertiendo en el Mediterráneo, ese que nos enamora, que cantó Serrat y que estamos convirtiendo en un vertedero asqueroso de toallitas. Quizás sea ahora de ponerse en serio a hacer los deberes, asumiendo que no hay nave espacial ni héroe forzudo que nos salve del desastre, si todas y cada una de nosotras, las personas, no entendemos que nos estamos jugando  nuestro presente y nuestro futuro, por unos hábitos y costumbres que no nos podemos permitir. No hay margen. No queda tiempo. No hay excusas.

O ecologistas  de corazón y de práctica, o especie de extinción. Ese es el dilema.