El blog de Mar Vicent Artículos destacados

EL AVE MARÍA EN FRANCÉS

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Hay gente, mucha, quizá demasiada, que no habla ni escribe correctamente el valenciano. Quizás fuera la lengua de su familia, pero en su infancia, se dejó de hablar en público y en su presencia. Hacerlo ya no estaba exactamente prohibido como en los feroces tiempos de la dictadura, pero era desaconsejable y parecía impropio de una familia bien. También porque otorgaba una cierta condición asociada a la incultura, a la pobreza que no casaba bien con esas familias que bregaban por hacerse un sitio más o menos cómodo en una sociedad extremadamente clasista e insolidaria. 

Por eso en los colegios pijos se podía aprender a recitar el Ave María en francés, mientras que el valenciano era escondido en el armario de las cosas prescindibles. Mala suerte entonces para los que de forma espontánea soltaban un “bondia” fuera de lugar y recibían una bronca o algo peor, que corregía su tremendo error de forma contundente.

En realidad, lo que se pretendía era borrar una identidad, una historia, unas raíces que no encajaban en ese país único a fuerza de martillazos, empeñado en negar la diversidad, que no tenía nada de grande porque en él ni siquiera cabían todas las personas y menos de libre porque tener juicio propio era una proeza.

De esa forma mucha gente olvidó o simplemente nunca aprendió a hablar en valenciano y así una lengua hablada por 600 millones de personas, el castellano, se superpuso a otra que nunca pensó en hacerle la competencia, sino que simplemente intentó resistir para no perder la identidad como dijo el poeta y cantó Raimon.

No saber hablar la lengua de tu país, de tu ciudad, de tu pueblo, hace inevitablemente a las personas más ignorantes y menos cultas de lo que podrían ser. Han perdido el vínculo comunicativo que los unía a sus antecesores y tienen difícil la comunicación fluida con sus coetáneos en una lengua llena de matices y términos tan propios e intraducibles como “coentor”, “borinot” o “desfici”. Lo tienen difícil para comprender el camino recorrido, la conexión con un pasado que es causa y origen del tipo de sociedad valenciana que hoy vivimos.

El saber no ocupa lugar, frase hecha y cierta para variar. Y está por demostrar que tiene de maléfico o perjudicial el conocimiento de varias lenguas entre ellas especialmente, la propia. No se pierden neuronas en el camino, sino al contrario. No es elemento de desunión sino de solidaridad. No es motivo de soberbia, sino de orgullo legítimo. No duele, ni daña a nadie, aunque sí resulte hiriente y humillante el empeño en ahogar palabras e intoxicar la convivencia. 

Ninguna lengua se puede, ni se debe imponer, pero no hay argumento que legitime la prohibición ni el arrinconamiento de ninguna de ellas.  Todas las personas han de ser libres para expresarse en aquella que mejor refleje sus pensamientos. Pero para poder tener esa opción, han de conocerlas, han de aprenderlas en las escuelas, porque si no la posibilidad de elección no es más que un espejismo imposible. Ese es su derecho, el que se cuestiona con un referéndum en falso que habla de libertad, pero es intrínsecamente tramposo, como siempre que se iguala a David con Goliath, y se niega al más vulnerable el derecho a sobrevivir. 

RICO Y PELIGROSO

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Elon Musk es un empresario, inversor y magnate. Y ahora también uno de los hombres con más poder político del mundo. La mano derecha, si es que le hacía falta más derecha, de Trump.  De su poderío económico queda todo dicho cuando se le atribuye un patrimonio de más 400.000 millones de dólares. Una cifra tan descomunal que se hace difícil de entender para cualquier intelecto normal. Aunque más difícil es de entender que quien todo lo pueda comprar, elija comprar miseria, odio, guerra y destrucción.

Es el dueño de la red social X, antes Twitter, que se compró en 2022 por 44.000 millones de dólares, un pellizquito insignificante en su fortuna total. Que haya perdido aproximadamente el 90% de su valor desde su compra, es algo que tampoco preocupa al comprador.  Parecía un capricho de milmillonario insatisfecho y juguetón, pero era una estrategia contundente para el objetivo perseguido.

Pero antes de cambiar de amo, Twitter, sin ser ninguna panacea, era una red social que funcionaba a modo de patio de debate público donde se podía encontrar información actualizada y opiniones muy diversas sobre todo tipo de temas. La información podía ser sesgada ciertamente, y las opiniones eran en algunos casos, bastante prescindibles. Había que aplicar, como en cualquier red social, ese principio de sensatez que dice que no hay que creer todo lo que se lee o escucha, ni dar crédito a opiniones, cuando se emiten como si fueran gases.

Pero cuando el pájaro azul voló y la X se impuso, se convirtió en otra cosa muy diferente y mucho más peligrosa. El efecto “Musk” ha sido evidente porque las desinformaciones y bulos se han multiplicado. Porque el relato ha dejado de estar en manos de las personas usuarias para ser propiedad exclusiva del dueño que cuenta lo que quiere y cómo quiere, extendiendo así un mensaje permanente de odio y violencia. Se ha convertido en una perfecta herramienta de guerra contra las mujeres, contra las personas diversas, las inmigrantes y en general, contra la gente vulnerable que somos casi todos.

Por eso, mucha gente ha tomado el camino de salida. Desde “The Guardian” a “La Vanguardia”, desde Ecologistas en acción a Greenpeace. Y también lo ha hecho en Xàtiva el colectivo de Xàtiva Unida, que cierra su cuenta y recomienda al Ayuntamiento que comparta su iniciativa.

Podrá parecer un gesto inútil, irrelevante, casi pueril, que no añade nada a los siete millones de usuarios que la marca pierde en EEUU cada mes o a los 30.000 franceses que dijeron “adieu” el mismo día que Trump tomó posesión. Pero tiene valor si se recuerda el efecto mariposa, esa creencia, que no es poesía sino experiencia vital, que habla de la gente pequeña, que, en lugares pequeños, haciendo pequeñas cosas, puede cambiar el mundo.

Si no lo cambian, lo cambiarán otros a su medida, dejando fuera a la inmensa mayoría. Es cuestión de supervivencia.

ESCRIBIR

Escribir como desahogo, como terapia, como milagro, como ruego, como súplica, como disculpa y como exigencia.

Escribir para sobrevivir, para gritar, para protestar, para sentir y hacer sentir. Escribir para sufrir y disfrutar, para pelear con el verbo y capturar al adjetivo que necesitas.

Escribir porque si no las palabras revientan dentro y escuecen. Porque impide sentir la boca cosida con un hilo invisible y doloroso que nadie advierte.

Escribir sin tinta, sin papel, sin teclado ni pantalla. Escribir en tu cabeza, hilando frases alocadas, componiendo música silenciosa, llena de rebeldía ante silencios inesperados.

Escribir para combatir soledades, para conquistar la alegría. Para ocupar un espacio en el mundo donde todo esté a la vista y no haya que agotarse en el fingimiento.

Y dejar de hacerlo un día cualquiera, sin dejar rastro. Ni una sola palabra para la posteridad, ni una sola mirada autorizada. Solo cierto aroma de esperanza y de despedida

FALSA NAVIDAD

Es un espejismo la celebración de los premios de la Lotería que han tocado en localidades afectadas por la Dana y la gestión de Mazón, porque no dejan de ser casos puntuales para alegría de algunas escasas familias, mientras que las de al lado siguen en su travesía por el desierto. Es una alucinación colectiva la que pretende hacernos creer que por ser Navidad, las sombras se desvanecen, las injusticias se borran y los abusos desaparecen

Es una utopía creer que la Navidad sea capaz de resolver todos los conflictos, dejando atrás todas las miserias con las que convivimos. Que sentados a la mesa seremos personas diferentes, sin pasado y con un historial limpio de rencores y carencias. Es pura ficción confiar en que por ser Navidad la felicidad se convertirá en un estado universal de carácter obligatorio para todo el mundo.

Es pura quimera que ese dolor , íntimo y privado, que todas llevamos dentro, se disuelva como la gaseosa porque lo dicen el calendario y los titulares. Los fantasmas siguen ahí, como heridas que quizás ya no sangran, pero duelen como el primer día.

Lo que es realidad y certeza como la vida misma, es que en Navidad compartimos un acuerdo general e implícito de resucitar, aunque sea durante unas horas, la fe en el futuro, la confianza en las personas y la esperanza en la justicia. Durará unos días, unas horas y a veces solo minutos, tras los cuales cerraremos el capítulo con resignación pero con obligado realismo. Y seguiremos trabajando por un futuro que quizás sea imposible pero es también obligatorio

PELICOT

Le han metido 20 años que es la pena máxima en Francia al exmarido violador de Gisele Pelicot, monumento vivo al machismo y la misoginia, que cuando habla parece ser de otro planeta, aunque haya ecos de su discurso en gente con la que nos cruzamos todos los días.

Lloró cuando conoció la sentencia, pero no se inmutó cuando relataban los abusos y vejaciones que sufrió la mujer con la que compartía cama y mantel. Pretendió extender la culpa al resto de hombres a los que facilitó el delito, obviando que su papel como inductor fue esencial .Quizás pretendía ser uno más de ese penoso grupo y difuminar así su responsabilidad, pero no le ha salido bien.

Todos los demás acusados han sido declarados culpables pero sus penas son bastante más suaves. En algunos casos solo con 3 años de prisión saldan su deuda con la sociedad y las mujeres. Los llaman “Señor cualquiera” porque son de todas las edades, profesiones y clases sociales. Y se han preocupado mucho de ocultar sus caras durante el juicio, de protestar si sus nombres se hacían públicos, defendiéndose con argumentaciones increíbles que alegan que el consentimiento del marido, amo y señor de aquella mujer drogada e indefensa, daba vía libre a la violación.

La que ha dado la cara con una valentía inigualable ha sido Gisele que ha batallado no solo para que se reconociera sin asomo de duda la culpabilidad de todos los acusados, sino por sobrellevar su condición de víctima con enorme coraje para lograr que la vergüenza no le arrebatará su identidad y le restara fuerza para reclamar justicia.

Ellos, a la cárcel. Ella a intentar recuperar su fe en la Humanidad. Y todas las mujeres deberían mantener viva en la memoria a quien ni calló, ni se escondió consiguiendo así que la vergüenza invadiera el bando de los culpables, los agresores, los machistas.

EL PUÑO CERRADO

Ese puño cerrado, que no tiene connotaciones políticas, aunque también podría, es símbolo de un éxito espectacular y el resultado de nueve largos meses de trabajo y dolor. Tras el batacazo y la fractura, sobre todo a cierta edad, no es fácil recuperar una mano morcillona, rígida como una pala de ping-pong, flojucha como una bola de algodón, para convertirla en una extremidad más o menos útil y operativa. Doblegar esas falanges rígidas a pesar de la brutal resistencia que ofrecían para poder cepillarse los dientes o agarrar la mano de las criaturas no es un objetivo de fácil alcance. Implica dolor combinado con impotencia y soportado con enorme impaciencia.

Pero llega el día en que el puño se cierra y vuelve a tener casi toda la fuerza que perdió. Y con la experiencia, se ha perdido el miedo al dolor, aunque nunca será un amigo deseable. Y se ha aprendido a convivir con las limitaciones a base de ingenio y paciencia en dosis que nunca se creyó tener.

No es deseable tener que aprender de las catástrofes, pero si suceden, para superarlas se exige de la persona su mejor versión, minimizando necesidades o preocupaciones que en realidad son secundarias, para centrarse en recuperar la vida que se quiere.

LA PATRIA QUE DEFIENDO

Nunca entendió la palabra patria. Siempre le sonó a tricornio, a marcha militar, a vozarrón marcial, a leyenda para atrapar incautos…

Es que nunca le gustaron los uniformes , ni uniformarse. No podía creer -y ya le hubiera gustado- en las certezas absolutas, en las verdades a ciegas, en las lealtades incuestionables..

No podía tragar los discursos fervorosos y vacíos, los golpes de pecho, ni identificarse con quienes marcaban esa línea que solo admitía dentro a quienes tomaban la pastilla de la sinrazón.

Pero ahora viendo esas cadenas humanas, de gente armada con escobas que, sin necesidad de hacer discursos, caminaba con pocas esperanzas pero con absoluta determinación , descubrió la patria a la que quería pertenecer .

Los vio frágiles pero poseedores de enorme fuerza. Vulnerables pero generosos. Atacando el barro, puerta a puerta, calle a calle, sabiendo que aunque sus medios son insuficientes aportan algo infinitamente necesario para mirar con esperanza el futuro: la capacidad de compartir el sufrimiento sin resignación, la fe en el ser humano, la solidaridad entre iguales.

Y entendió cuál era la patria que quería defender.

MI TIEMPO, MI TESORO

Aprendió, sin buscarlo y de forma sorpresiva, un concepto clarificador que ponía en su lugar muchos sentimientos de culpa totalmente improcedentes. Y es que el concepto de tiempo propio , aunque en apariencia no requiere demasiada explicación, esconde matices insospechados.

Todo el mundo asume , a ciertas alturas de la vida, que el tiempo no es oro. Qué más quisiera el oro. El tiempo es vida. No hay oro que prolongue el que cada cual tiene asignado por mucho frío que se esté dispuesto a pasar y a pesar de cualquier pacto que se quiera firmar. Y habría que administrarlo con avidez, con tacañería para no perderlo en situaciones y ocupaciones insustanciales, como suele pasar.

Las mujeres que tanto tiempo dedican a pensar en clave ajena, en las necesidades y los deseos de otros, han reivindicado y conseguido “autorización” social para adjudicarse tiempo a ellas mismas. Es su tiempo libre, una conquista no negociable.

Sin embargo, tiempo libre y tiempo propio no siempre es lo mismo. En el primero, se toman un café con alguien, o se sientan ante el ordenador, o leen ese libro que nunca consiguen terminar. Igual van a que les den un masaje o salen a correr. En su tiempo libre, hacen alguna de esas cosas , gratificantes y apreciadas , para las que cuesta encontrar tiempo.

Pero el tiempo propio es otra cosa. Es el tiempo para no hacer nada. Nada que no sea congelar preocupaciones, necesidades, dudas y miedos para estar con ellas mismas. Solas. Sin música de fondo. Para mirar hacia dentro y reconocerse. Para sentir su pulso vital y domesticar su mente acelerada. Para desenterrar a la mujer que fueron y que está oculta bajo las implacables rutinas diarias.

Cuidado cuando vean a una mujer que parece mirar las musarañas porque quizás está haciendo ese viaje que implica desprenderse de todo aquello que odian y también de lo que aman porque ambas cosas no las dejan volar.

Es solo un momento. No preocuparse. Luego todo vuelve a la normalidad. Ella respirará hondo, quizás se toque la mejilla o enfoque la mirada, y de inmediato, pondrá a rodar el fantástico engranaje que sostiene la vida.

MI LIBÉLULA

Este verano no ha venido. Quizás esté semijubilada, como ella. O muerta, como ella no está, aunque a ratos así se siente.

Tampoco había tenido nunca asegurada su presencia. Pero la había acostumbrado año tras año a hacer acto de presencia al inicio del verano. Sin que la llamaran, sin invitación, solo porque sí. De repente, cuando menos se lo esperaba, invadía el espacio aéreo entre las tumbonas y los flotadores, con un desparpajo total, de aquí para allá , sin ningún tipo de contención y una alegría desbordante.

Pero este año le había fallado.

Su libélula azul, porque suya era y de nadie más, competía con el agua de la piscina y el cielo despejado con el color de sus alas, de un azul intenso, casi desafiante y provocador que desde luego no le permitían pasar inadvertida. Aleteaba con fuerza, en vuelos rasantes y atrevidos con los que exhibía su belleza y su agilidad. A veces se paraba sobre la piedra y se dejaba mirar, presumida y soberbia en su perfección. Pero en general disfrutaba de la vida volando, viéndolo todo desde perspectivas desconocidas y a toda velocidad.

Han venido otras. Rojas o naranjas que de ninguna manera podían competir con ella aunque han sido adoptadas por otros habitantes de la casa. Pero no pueden competir porque están muy lejos de poseer su atrevimiento y su belleza.

Mejor pensar que está decorando otra parte del mundo. Quizás otra piscina, o mejor un lago o un estanque donde deja boquiabiertos a quienes todavía conserven la facultad de ver cuando miran. Pero seguro que seguirá igual de exhibicionista y salvaje, de presumida y apasionado por una vida en libertad, sin compromisos ni ataduras.

Porque para jubilarse parecía joven.

CUESTIÓN DE OPINIONES

Interesante conversación entre abuela y nieto. La disyuntiva era entre Tarzán y Hulk, dos personajes míticos e impactantes correspondientes a  épocas diferentes e infancias muy distintas.

La abuela tiene una preferencia indiscutible por Tarzán, ese tipo apolíneo pero sin exagerar. Nada que ver con los modelos ciclados ,llenos de protuberancias y que brillan engrasados como un pato chino laqueado. Recuerda a la perfección las pelis de Weismuller, que lleva ya finiquitado un montón de años y  no era demasiado buen actor aunque lanzaba un grito inolvidable , auténtico, que ponía los pelos de punta sin que nadie nunca tuviera las cuerdas vocales necesarias para  reproducirlo .

El chiquillo, que además solo conoce versiones actualizadas y edulcoradas de Tarzán, apuesta por Hulk. Un monstruo verde y amorfo, que aparecía como resultado del ataque de ira que sufría el desgraciado poseedor de ese extraño poder de conversión. Hulk también tenía vozarrón pero sin matices. Llevaba poca ropa porque era experto en reventar camisas y pantalones que tras la explosión se quedaban en bermudas algo ridículas.  Tarzán llevaba en cambio un elegante taparrabos que ondeaba al viento con elegancia inigualable.

Para la abuela, el asunto está claro. Tarzán defendía a los débiles y aunque  parecía siempre a punto de ser vencido, siempre resurgía de sus cenizas. El crío defiende a Hulk ante el que se quedaba hipnotizado por su fuerza bruta, porque se imponía por el miedo, por su tamaño y su poderío. Solo  su presencia,  su rugido y algún mandoble que otro bastaban para quitarse de en medio a sus enemigos.

Qué escasez de recursos y pobre inteligencia  -pensaba la abuela.

Qué héroe más birrioso,  tan blanco y sin músculos -pensaba él.

Todas tenemos opiniones. Casi todas son respetables, excepto algunas que no son opiniones, sino delitos. Pero si se puede debatir  con alegría e ingenio, sin hostilidad ni generando animadversión; si  se pueden defender las propias opiniones con respeto y sin descalificar al contrario , incluso admitiendo la improbable pero teórica  posibilidad de cambiar la propia opinión, bienvenida sea la discrepancia. Nos hace  más sabios y aptos para vivir en sociedad.