Ese ha sido el verano de 2025. Algo para recordar, sin ser precisamente una película romántica. Pero si lo olvidamos, empeñados en mirarnos el ombligo, es seguro que seremos recordados por las generaciones futuras, aunque no precisamente con cariño.
El blog de Mar Vicent Artículos destacados
AHORA
Hay una palabra que un día deja de tener sentido . Cuando eso sucede, ya no somos los mismos, ni lo seremos nunca más.
Siempre es un adverbio que acompaña a muchas cosas importantes de nuestra vida. Siempre te querré, siempre me gustará el chocolate, siempre el rojo será mi color preferido…
Siempre mi cuerpo estará a mi servicio y podré hacer lo que quiera con él, con algunas excepciones razonables.
Siempre tendré al lado a esas personas, la única que me hace reír, la que a ratos no soporto, la que cuando me mira, me ve…
Siempre podré seguir haciendo planes para el futuro que no ha llegado y dejar cosas para más adelante, cuando tenga un rato…
Pero de repente los “siempres” desaparecen y dinamitan nuestra existencia. A veces pasa de repente como una explosión que arrasa con todo o puede ser como resultado de un proceso sordo y discreto que apenas percibimos
En todo caso, frente a lo de siempre que ya no es, aparece el nunca, el nunca más, que se lleva por delante personas, rutinas, situaciones y emociones.
A esa nueva tesitura, hay que hacerle frente, aunque de un poco de miedo.
Pero vencer el miedo es lo que hemos hecho siempre.
Y no podemos dejarlo de hacer nunca.
INCENDIOS Y RESPONSABILIDADES
Ante las últimas catástrofes, más o menos naturales, mucha gente anda, y con razón, cabreada y preocupada. Algo anda mal y alguien no ha hecho lo que debía, pero estaría genial poder explicar y convencer de su error a quienes echan la culpa, de eso como de todo, al Gobierno de España . Cabrearse con el gobierno es un deporte nacional que no tiene nada de malo porque es evidente que no siempre cumple lo que promete. También se le da genial lanzar humo para disfrazar renuncias imperdonables como ha hecho ante el genocidio de Gaza, dicho sea de paso.
Pero en el tema de la gestión de catástrofes, las cosas también están claras y solo adjudicando a quien corresponde realmente su cuota de responsabilidad será posible hacerles pagar la factura correspondiente por la pérdida de vidas y de recursos naturales. Que no es nada fácil, véase a Mazón sobreviviendo a la décima manifestación que pide su dimisión.
La cuestión es que son las Comunidades Autónomas y sus gobernantes quienes tienen las competencias para afrontar las emergencias y catástrofes. Tienen el derecho y la obligación. Aunque siempre han de contar con la colaboración del Gobierno, según sea solicitada, en materia de personal y material. Pero no es lo mismo colaborar que pasarle el marrón a otros cuando vienen mal dadas.
Así que ya está bien de ver como Presidentes de comunidades autónomas hechos y derechos que ganaron las elecciones y asumieron la dirección de sus territorios, cuando les viene grande la tarea, cuando no saben realizarla con eficacia, cuando se equivocan y sus errores causan víctimas y daños materiales, reclaman a grito pelado a papá Estado lo que no es de su competencia atribuyéndole una responsabilidad que no tiene. Ya está bien de intentar despistar a la inquieta y decepcionada opinión pública manipulando su inquietud y pretendiendo obtener rédito político.

Solo en tres circunstancias ( cuando se declara estado de alarma, excepción o sitio) el gobierno del Estado puede intervenir. Sólo si la propia Comunidad autónoma lo reclama formalmente el Gobierno puede encabezar la gestión de la catástrofe. No es un hecho opinable, es lo que recoge la Constitución. Son las reglas del juego y no se pueden variar según convenga para confundir al personal y esquivar la bronca. Sobran maniobras de distracción que solo sirven para que los verdaderos responsables no asuman sus errores y deficiencias en la gestión.
PÁJAROS
Desde que hay comederos para pájaros en los árboles del jardín, hay también una fiesta permanente, para desgracia del vecino enfurecido. Una fiesta discreta pero evidente porque se ha dejado de oír solo a las chicharras impertinentes o al sapo de la fuente que se manifiesta todos los atardeceres con un ruido que al principio parece un eructo, pero acaba siendo hasta musical. Ahora tienen competencia porque las copas de los árboles están llenas de huéspedes, invitados o no, que se ponen las botas a la hora de comer, gratis y sin riesgos. A señalar que su hora de comer se extiende durante todo el horario solar, hasta que al irse la luz se van a dormir a sus aposentos, estén donde estén.
Primero eran pajaritos pequeños, imposibles de identificar para quien considera pájaro a todo aquello que vuele y tenga alas, lo que excluye a Superman y otros héroes. Las pequeñas aves (gorriones, estorninos, petirrojos…?) salen disparadas en cuanto perciben la presencia humana, pero si el visitante es capaz de permanecer quieto y en silencio, (algo muy difícil para según qué personas) vuelven a lo suyo, a comer, con todo el descaro del mundo, ante las narices de cualquiera que quiera observarlos y no se rasque la nariz. Porque hacerlo es dar la orden para que todas, 10 o 12 avecillas, levanten el vuelo, medio divertidas, medio enfadadas por haber sido interrumpidas.

Luego llegaron las palomas, mucho más grandes que son como señoronas regordetas, que hacen mucho más ruido y son más lentas. Como deben ser perezosas o les pesa el culo, no está muy claro, suelen buscar los granos en el suelo, dando paseos en todos los sentidos, para ir pillando lo que ha caído. Ellas también huyen ante cualquier ser que no tenga alas, pero lo hacen como si resollaran, como si les costara el despegue. No se las ve tan ágiles y libres como a los pequeñajos, sino que recuerdan más a un Boeing 707 de gran tonelaje. Lentas pero seguras. Ellas no pían, sino que hacen otro ruido hueco y repetido como una conversación aburrida e interminable.
El vecino enfurecido es un señor que debe estar en lucha con el mundo, los planetas y el Universo. Que quiere vivir rodeado de una Naturaleza tan real como una pintura de museo, sometida a su orden, en la que el césped ha de crecer de forma lineal sin que ningún tallo sobrepase al otro y las enredaderas no pueden atreverse a tener hojas que no tapicen la pared obligada . Y por supuesto, donde no haya pájaros atrevidos y cagones que sobrevuelen su espacio, que es suyo y de nadie más según título de propiedad que lo acredita, por lo que nadie tiene derecho a ensuciarlo de forma arbitraria y ofensiva.
Pero todo lo que entra, sale, y las avecillas se pegan grandes banquetes con las consecuencias previstas, sin que en sus nidos o en sus costumbres esté el uso del cuarto del baño para desgracia del vecino enfurecido. Y es que al final no hay mandato que valga sobre quienes son tan libres, felices y naturales.
VERANOS EXAGERADOS
No sería de extrañar que le empezaran a crecer membranas cartilaginosas en dedos de pies y manos. Al final tendría una apariencia bastante parecida a un pato, por ejemplo, animal que no le caía especialmente bien, pero que no era de las peores opciones.
Esa era la consecuencia de pasar tanto tiempo en el agua, muchas más, sin duda, que bajo techo, intentando así sobrevivir a una jornada de calor que transcurría con parsimonia y sin piedad.
El agua de la piscina, fresca aunque no fría, parecía el único lugar del mundo apto para la supervivencia, solo superado por los espacios cerrados donde un aparato de aire acondicionado rugía a cualquier hora del día para facilitar paz climática a sus habitantes.

Mientras se miraba las arrugadas yemas de los dedos, no causadas por la edad para variar, sino por el largo período en remojo, recordaba en ese mismo jardín los estanques helados con finos cucuruchos de hielo que colgaban de los árboles. Cuando la vegetación estaba cubierta por un consistente manto de nieve y la piscina por un fino cristal azulado. Cuando al respirar se podía jugar al efecto locomotora, lanzando un vaho que desaparecía rápidamente y no se exponía ni un milímetro de piel para evitar convertirse en un ser amoratado a consecuencia del frío.
Esos eran los inviernos obedientes con las normas climáticas estudiadas en los libros de escuela, que quizás nunca volverán. Nos dejan estos veranos tan exagerados como inhabitables que acompañaran un buen rato, quizás para siempre, a la humanidad autodestructiva e incompetente de la que formamos parte.
QUE LA GUERRA NO NOS SEA INDIFERENTE
La vida no nos da para más porque andamos muy ocupadas con nuestros problemas grandes y pequeños, cotidianos o excepcionales. Lo repetimos con frecuencia y quizás sea verdad.
Con lo nuestro ya tenemos suficiente, de ahí la tendencia universal a no levantar la vista y atreverse a mirar lo que les pasa a otros, a otras personas que se parecen demasiado a nosotras, pero que habitan escenarios muchísimo más despiadados y letales que el nuestro.
Pero ahí están, a poco más de 3000 Kilómetros. Aunque nadie quiera parecerse a esa pediatra palestina que salió una mañana de su casa camino al hospital dejando a sus 9 hijos, el menor de 6 meses, y los volvió a ver un ratito después, cuando los llevaron tras el bombardeo de su casa. Solo uno sobrevivió. O ser la abuela de esa niña enflaquecida y enferma que mira su propia imagen en el teléfono cuando posaba sonriente hace unos meses. Y no se reconoce. O conocer a ese hombre, que fuera de sí, mira los restos de su casa derruida donde estaban todos los que querían. O cruzarse con esa anciana encorvada que camina entre cascotes no se sabe a dónde. O presenciar el tristísimo espectáculo de esa muchedumbre infantil que agita recipientes ante una alambrada, peleando a muerte por una ración que significa la supervivencia.
Nula credibilidad tienen quienes llaman guerra, a lo que ya hace tiempo que solo es una estrategia de exterminio. Que el 70% de las víctimas sean mujeres y criaturas, desmonta cualquier intento de justificar la masacre.
Pero no es suficiente el rechazo de la mayoría de las personas decentes hacia el agresor y quienes les apoyan. Ni la solidaridad moral con un pueblo que tuvo la “mala suerte” de habitar un territorio que otros, más fuertes e inmorales, quieren ocupar.
Tampoco se paran las guerras desde la indignación con la que firmamos manifiestos y cartas. Y mucho menos con la resignación, cuando constatamos la mala suerte de esa pobre gente y de forma rápida cerramos la sesión y seguimos disfrutando de nuestra vida, que, sin duda, no es perfecta, pero transcurre sin que sobrevivir sea una de nuestras prioridades. Tenemos mejor suerte, sin duda alguna.
Solo hay un camino, como se hizo evidente hace 22 años, cuando las manifestaciones del “No a la guerra” ocuparon las calles de ciudades y pueblos de todo el mundo y lograron torcer la mano de aquellos figurones que jugaban con el destino del mundo.

Solo hay un mensaje: detengan el genocidio ya! que ha de llegar a Feras, de 19 años, un joven que luchó contra el cáncer de médula ósea durante cinco años y sobrevivió. O a Ahmed Abu Amsha, cuya familia no ha dejado de huir para salvar su vida, aunque nunca sin sus instrumentos con los que enseña música a los niños y niñas desplazados cerca de él. A Zaina Ghanem, cuya hija de seis años perdió la capacidad de hablar cuando allanaron su casa y las expulsaron con violencia. O a la escritora Neama Hassan, que contaba que era la undécima ocasión en que su familia cambiaba de refugio, pero que sus hijas habían conseguido salvar la albahaca que enseñaban sus hijas sonrientes.
Solo así se demuestra Humanidad y se puede creer en el futuro.
A TODOS LOS PADRES
A los nuevos padres, a los que se estrenan, a los que exploran realidades que han dejado de ser imaginadas. Que acunan a sus retoños desde la soberbia de creer que podrán protegerlos siempre y garantizarles una vida sin elecciones equivocadas que les causen dolor. Que están descubriendo el misterio de dejar de ser el centro de la propia vida para colocar allí a alguien que acaban de conocer. Que lo van a hacer bien porque nunca van a dejar de intentarlo.
A los padres en ejercicio, que han aprendido sin manual las difíciles artes de la crianza, que conocen la satisfacción de oírles roncar en su cama, la plenitud de verlos sanos y fuertes, la alegría basada en los éxitos ajenos y el deseo permanente de que la vida les trate bien. Que superan cada día miedos e incertidumbres intentando marcar la ruta que los lleve a puerto seguro.

A los padres en retirada, pero nunca jubilados que mantienen vivo ese vínculo tácito con quienes trajeron al mundo y los ven ahora adultos autónomos, que siguen tropezando y levantándose, intentando vivir sin hacer ni hacerse daño. Que recuerdan el trayecto sin nostalgia, pero con alegría, lleno de renuncias necesarias y satisfacciones impagables.
A los padres que se fueron, pero ahí están mirando un presente en el que les sería difícil encajar, desde viejas fotografías en ocasiones memorables. Los que siguen en ese recuerdo que parece inexistente, pero está sólidamente instalado en nuestra memoria y nos guiña el ojo a menudo, al ver unas manos, un gesto, una frase que lo saca a pasear. Esos padres que el tiempo desdibuja, pero jamás borra de nuestra memoria.
A todos ellos, feliz día!
EL AVE MARÍA EN FRANCÉS
https://www.levante-emv.com/costera/2025/02/28/ave-maria-frances-114763606.html
Hay gente, mucha, quizá demasiada, que no habla ni escribe correctamente el valenciano. Quizás fuera la lengua de su familia, pero en su infancia, se dejó de hablar en público y en su presencia. Hacerlo ya no estaba exactamente prohibido como en los feroces tiempos de la dictadura, pero era desaconsejable y parecía impropio de una familia bien. También porque otorgaba una cierta condición asociada a la incultura, a la pobreza que no casaba bien con esas familias que bregaban por hacerse un sitio más o menos cómodo en una sociedad extremadamente clasista e insolidaria.

Por eso en los colegios pijos se podía aprender a recitar el Ave María en francés, mientras que el valenciano era escondido en el armario de las cosas prescindibles. Mala suerte entonces para los que de forma espontánea soltaban un “bondia” fuera de lugar y recibían una bronca o algo peor, que corregía su tremendo error de forma contundente.
En realidad, lo que se pretendía era borrar una identidad, una historia, unas raíces que no encajaban en ese país único a fuerza de martillazos, empeñado en negar la diversidad, que no tenía nada de grande porque en él ni siquiera cabían todas las personas y menos de libre porque tener juicio propio era una proeza.
De esa forma mucha gente olvidó o simplemente nunca aprendió a hablar en valenciano y así una lengua hablada por 600 millones de personas, el castellano, se superpuso a otra que nunca pensó en hacerle la competencia, sino que simplemente intentó resistir para no perder la identidad como dijo el poeta y cantó Raimon.
No saber hablar la lengua de tu país, de tu ciudad, de tu pueblo, hace inevitablemente a las personas más ignorantes y menos cultas de lo que podrían ser. Han perdido el vínculo comunicativo que los unía a sus antecesores y tienen difícil la comunicación fluida con sus coetáneos en una lengua llena de matices y términos tan propios e intraducibles como “coentor”, “borinot” o “desfici”. Lo tienen difícil para comprender el camino recorrido, la conexión con un pasado que es causa y origen del tipo de sociedad valenciana que hoy vivimos.
El saber no ocupa lugar, frase hecha y cierta para variar. Y está por demostrar que tiene de maléfico o perjudicial el conocimiento de varias lenguas entre ellas especialmente, la propia. No se pierden neuronas en el camino, sino al contrario. No es elemento de desunión sino de solidaridad. No es motivo de soberbia, sino de orgullo legítimo. No duele, ni daña a nadie, aunque sí resulte hiriente y humillante el empeño en ahogar palabras e intoxicar la convivencia.
Ninguna lengua se puede, ni se debe imponer, pero no hay argumento que legitime la prohibición ni el arrinconamiento de ninguna de ellas. Todas las personas han de ser libres para expresarse en aquella que mejor refleje sus pensamientos. Pero para poder tener esa opción, han de conocerlas, han de aprenderlas en las escuelas, porque si no la posibilidad de elección no es más que un espejismo imposible. Ese es su derecho, el que se cuestiona con un referéndum en falso que habla de libertad, pero es intrínsecamente tramposo, como siempre que se iguala a David con Goliath, y se niega al más vulnerable el derecho a sobrevivir.
RICO Y PELIGROSO
https://www.levante-emv.com/costera/2025/02/06/rico-peligroso-114033260.html

Elon Musk es un empresario, inversor y magnate. Y ahora también uno de los hombres con más poder político del mundo. La mano derecha, si es que le hacía falta más derecha, de Trump. De su poderío económico queda todo dicho cuando se le atribuye un patrimonio de más 400.000 millones de dólares. Una cifra tan descomunal que se hace difícil de entender para cualquier intelecto normal. Aunque más difícil es de entender que quien todo lo pueda comprar, elija comprar miseria, odio, guerra y destrucción.
Es el dueño de la red social X, antes Twitter, que se compró en 2022 por 44.000 millones de dólares, un pellizquito insignificante en su fortuna total. Que haya perdido aproximadamente el 90% de su valor desde su compra, es algo que tampoco preocupa al comprador. Parecía un capricho de milmillonario insatisfecho y juguetón, pero era una estrategia contundente para el objetivo perseguido.
Pero antes de cambiar de amo, Twitter, sin ser ninguna panacea, era una red social que funcionaba a modo de patio de debate público donde se podía encontrar información actualizada y opiniones muy diversas sobre todo tipo de temas. La información podía ser sesgada ciertamente, y las opiniones eran en algunos casos, bastante prescindibles. Había que aplicar, como en cualquier red social, ese principio de sensatez que dice que no hay que creer todo lo que se lee o escucha, ni dar crédito a opiniones, cuando se emiten como si fueran gases.
Pero cuando el pájaro azul voló y la X se impuso, se convirtió en otra cosa muy diferente y mucho más peligrosa. El efecto “Musk” ha sido evidente porque las desinformaciones y bulos se han multiplicado. Porque el relato ha dejado de estar en manos de las personas usuarias para ser propiedad exclusiva del dueño que cuenta lo que quiere y cómo quiere, extendiendo así un mensaje permanente de odio y violencia. Se ha convertido en una perfecta herramienta de guerra contra las mujeres, contra las personas diversas, las inmigrantes y en general, contra la gente vulnerable que somos casi todos.
Por eso, mucha gente ha tomado el camino de salida. Desde “The Guardian” a “La Vanguardia”, desde Ecologistas en acción a Greenpeace. Y también lo ha hecho en Xàtiva el colectivo de Xàtiva Unida, que cierra su cuenta y recomienda al Ayuntamiento que comparta su iniciativa.
Podrá parecer un gesto inútil, irrelevante, casi pueril, que no añade nada a los siete millones de usuarios que la marca pierde en EEUU cada mes o a los 30.000 franceses que dijeron “adieu” el mismo día que Trump tomó posesión. Pero tiene valor si se recuerda el efecto mariposa, esa creencia, que no es poesía sino experiencia vital, que habla de la gente pequeña, que, en lugares pequeños, haciendo pequeñas cosas, puede cambiar el mundo.
Si no lo cambian, lo cambiarán otros a su medida, dejando fuera a la inmensa mayoría. Es cuestión de supervivencia.

