Categoría: laboral

SINRAZONES PARA LA DESIGUALDAD SALARIAL

Esta semana es el día de la Igualdad Salarial y se descuelgan los sindicatos como CCOO  con sesudos estudios que demuestran sin lugar a dudas que las mujeres cobran menos por realizar trabajos de igual valor. Pero quien lee los estudios en este país? Casi que nadie porque es  más fácil cuestionarlos de entrada desde la sensación absolutamente subjetiva y errónea de que a estas alturas  en un país moderno y civilizado como el nuestro, esto NO puede pasar.

Pero pasa. Lo dice la EPA que no es sospechosa de afiliación sindical y mantiene año tras año que del análisis de la tozuda realidad, guste o no guste, se desprende que ellas cobran una media de 4300 euros menos de salario medio. Un 18,6% que no es nada despreciable.

Y las razones las dan los Sindicatos, centrándose en tres razones fundamentales e incuestionables, porque también se apoyan en datos estadísticos de los que no se cocinan ni se prestan a interpretaciones sesgadas. Aunque siempre hay alguien que conoce a alguien que es mujer y cobra un pastizal y de ahí generaliza alegremente. O también quien opina que las mujeres se han vuelto demasiado reivindicativas y protestan por costumbre y tradición sin que haya razones que lo sustenten. No hay peor ciego, que el que no quiere ver.

Son tres las razones fundamentales de esta injusticia tan flagrante como antigua.

Primero, las mujeres soportan mayores tasas de trabajo parcial, ocupaciones sólo de algunas horitas para cobrar un poquito. Falta decir, que así es , no porque quieran sino porque no tienen otro remedio para atender sus otras y numerosísimas responsabilidades. Cómo si no , con los caóticos y absurdos horarios de este país, se podrían atender los horarios escolares, extraescolares, postescolares y demás? Solo si trabajas a media jornada por lo menos hasta que no se descubra el don de la ubicuidad. Solo si eres mujer y es tu obligación, aunque tal cosa ya no se diga en voz alta aunque permanece escrito con letras de oro en la conciencia social colectiva

Segundo porque en las nóminas aparece el sueldo base acompañado de diferentes complementos que premian determinadas características del trabajo desempeñado. Y que casualidad que la mayoría de estos complementos premien rasgos habituales de los trabajos que realizan mayormente hombres (esfuerzo físico, penosidad, nocturnidad…) frente a cualidades que se precisan para trabajos de mujeres (atención, precisión, resistencia….) que por lo que se ve no merecen ningún reconocimiento y reflejado en la nómina.

Por último y no menos importantes las mujeres como media, aunque existan las  correspondientes excepciones , cobran menos  salario en cálculo anual, porque más del 80% de las excedencias por cuidado de hijos e hijas las “disfrutan” ellas al igual que las reducciones de jornada que también se llevan otro pellizco. Lo tienen así mucho más difícil para ocupar los puestos mejor retribuidos y que también conllevan mayor responsabilidad y disponibilidad. Pero alguien tiene que estar en casa a la hora de bañar a las criaturas.

Soluciones las hay. Y de hecho , la aplicación de algunas de las medidas sindicales propuestas han reducido la brecha de forma manifiesta pero insuficiente. Acabar con la parcialidad femenina, valorar justamente los requisitos asociados a los  trabajos que realizan las mujeres, elaborar y aplicar planes de igualdad en las empresas son algunas de ellas. Y sobre todo avanzar en la conciliación y la corresponsabilidad que quiere decir  erradicar definitivamente la peligrosa, ancestral e interesada idea que viene muy bien a algunos, de que las mujeres son las reinas de la casa, garantes del bienestar doméstico porque esa es su mejor opción, para la que están mejor dotadas y que por supuesto no tiene precio. Ni salario, claro.

HUELE MAL

Esta semana se ha recordado una vez más, una realidad maloliente que, como no desaparece, se hace necesario repasar año tras año. Maloliente es lo que huele mal, y así se ha de percibir el hecho de que las mujeres con empleo remunerado de este país, en cómputo general, reciban salarios inferiores al de los hombres.

La diferencia salarial, no es un espejismo, ni un montaje demagógico que inventan algunas mujeres a las que les gusta sentirse víctimas. Es un hecho empírico que queda demostrado fehacientemente tras el análisis de los datos salariales provenientes de fuentes oficiales. Que establece, fuera de toda discusión, que, en 2019, las mujeres ganaron 5.252 euros menos al año que los hombres. CCOO traduce esta cantidad en una brecha del 24%, que es el porcentaje en el que se debería aumentar el salario anual de las mujeres para igualar al de los hombres.

El primer truco consiste en pagar de forma distinta empleos que en realidad tienen igual valor, si se consideraran las funciones desempeñadas. Hay que hilar fino para encontrar la diferencia entre las tareas de administración y secretaría que determinan que la  primera tenga retribución más alta que la segunda,  dándose la pasmosa casualidad de que los puestos de administrativos suelen ser ocupados por hombres mientras que el secretariado, tradicionalmente, es cosa de mujeres.

Otro elemento causante de que las nóminas de las mujeres sean, casi siempre y en general inferiores, es la falta de corresponsabilidad. Abordar la tarea de los cuidados casi en solitario, excepto honrosas excepciones, mengua significativamente la bolsa salarial de las mujeres. No solo en su presente, sino también en su futuro. Las jornadas parciales que casi monopolizan para poder atender todas sus obligaciones, no son nada rentables. Todas esas reducciones de jornada para atender a menores y dependientes, todas esas excedencias forzadas por circunstancias familiares conforman una vida laboral con grandes agujeros que derivan en pensiones inferiores por término medio, a las de los hombres que, ciertamente, tampoco son para echar cohetes.

Por último, hay un tercer mecanismo, origen de esta brecha que es casi precipicio, que son los complementos salariales, cantidades asignadas a cada trabajador o trabajadora que valoran aspectos determinados de su tarea. Es curioso que se retribuya la circunstancia de estar disponible a toda hora, de currar en festivos o de noche que son “méritos” asequibles para los hombres, quizás porque hay alguien que se queda con la familia durante su ausencia. Es intrigante la razón por la que complementos como la toxicidad se asigna sin discusión a operarios que manejan productos químicos, pero no a las trabajadoras de la limpieza que manejan un verdadero arsenal. Es difícil explicar porque se recompensa, muy justamente, con un plus el esfuerzo físico de quien levanta sacos de 50 Kg, pero no a las mujeres que movilizan a pulso y con cuidado a personas enfermas que superan ese peso.

El diagnóstico está hecho. Da igual tu ocupación o tu formación: si eres mujer, la brecha salarial te roba más de una hora de sueldo al día. Si eres mujer y vives en Valencia trabajas gratis desde el 15 de octubre.                            Si eres mujer trabajarás el doble para cobrar la mitad.

Falta el capítulo de soluciones que pasan por valorar con justicia cada puesto de trabajo, hacer una asignación justa de los complementos que correspondan y, sobre todo, por equilibrar y redistribuir la tarea de los cuidados entendiéndola como factor esencial y determinante de la economía de un país que no puede seguir recayendo abusivamente sobre las sobrecargadas espaldas de las mujeres. Ya toca empezar a hablar de eso.

DESPIDOS IMPROCEDENTES (26.5.2021)

Fue una cifra que pasó desapercibida, dicha con la boca pequeña, emparedada entre noticias mucho más impactantes que la actualidad proporciona con toda generosidad. Decía que la Consellería de Sanidad, obligada por las limitaciones de la todopoderosa Hacienda, no iba renovar 4000 contratos covid a profesionales de la sanidad valenciana perdiéndose así, sobre todo, puestos de enfermería, pero también de personal médico, celador o técnicos de laboratorio.

El departamento Xàtiva-Ontinyent, tenía el dudoso honor de ser, junto con la Fe, el área donde más se iba a adelgazar la plantilla ya que de las 442 personas contratadas, se verían en la calle el 42%, es decir 184 personas.

Una medida que parece lógica y coherente ya que ante la previsible y deseada desaparición de la pandemia, minimizados los ingresos hospitalarios y las UCIS casi vacías, ningún sentido tiene mantener un personal que cuesta una pasta. No vaya a pasar como con los 270 millones de euros que la Iglesia destina a pagar sueldos de curas, obispos y cuotas de la seguridad social.

Es mejor apuntarse -es tan buen momento como cualquier otro- al ahorro público, que ya nos gastamos 60.000 millones en salvar a los bancos de la quiebra, para que ahora, los muy desagradecidos, llegado el momento de repartir beneficios y subir sus astronómicos sueldos de directivos, ni se les ocurra saldar deudas que, por otra parte, nadie les reclama

El personal sanitario, cumplido satisfactoriamente su papel, ya recibió tantos aplausos como los trapecistas del circo, de un público que siempre reconocerá su trabajo y les estará agradecido. Aunque el reconocimiento de sus méritos no impida que se prescinda de sus servicios, cuando dejan de ser necesarios.

Pero es así? Esa es la cuestión a la que habría que responder con rigor y sin mentiras pero con inteligencia, intentando evitar cualquier falseamiento o manipulación de la realidad para lograr que encaje nuestra respuesta preferida. Sin tratar de hacerle un favor a nadie, pero anticipando una realidad que no conviene negar.

El primer factor es el deseo de no tropezar dos veces en la misma piedra. Si el viento cambiara y hubiera que enfrentar nuevas olas letales, sería imperdonable no contar con un sistema dotado del personal necesario para hacerle frente y proteger eficazmente la salud pública. Se trata de no repetir las patéticas situaciones vividas al principio de la pandemia cuando la escandalosa escasez de profesionales obligó inicialmente a pedir la colaboración de personas jubiladas hasta que se pudieron hacer las imprescindibles contrataciones. Dejar en cuadro, otra vez, las plantillas y debilitar el sistema no parece una actitud muy inteligente ni previsora.

Además estamos en plena campaña de vacunación, una apuesta de enorme envergadura que pretende conseguir el mayor número de personas inmunizadas en el menor tiempo posible. Para ello hacen falta vacunas pero también personal, casualmente de enfermería.

Pero incluso más allá de las vacunaciones, el hecho es que la concentración de esfuerzos y recursos en el tratamiento del covid han generado retrasos en la detección y tratamiento de muchas otras patologías. Algunas, muy graves, y también otras no tan graves que imponen listas de espera insufribles, enormemente perjudiciales para la calidad de vida de las personas. Que se lo digan a quien espera una artroscopia o una prótesis de cadera durante 5 meses. O a quien tardarán más de 4 meses en quitarle las amígdalas o unos juanetes que pueden ser muy, muy fastidiosos.

Quizás no sea sólo problema de personal, pero desde luego, también se necesita personal. Con la salud no se juega, y con quien ha de cuidarla, tampoco se debería, ni se lo merece.

CAJERAS

Hemos pasado de estar hasta las narices de ver cómo metían bastoncillo en las ídem de todo el mundo, a ver cómo se pinchan brazos musculosos o huesudos, pertenecientes a gente más o menos escéptica o asustada pero que apuesta por lo que a día de hoy es la única solución para salir de la triste situación que vivimos. Los informativos , en ese repaso cansino de cifras de contagios, botellones ilegales, informaciones internacionales y ,ahora, vacunaciones, no dejan de repetir en un bucle infinito las imágenes de esas colas ordenadas de gente que, o bien con cierta intimidad o de forma pública recibe su banderilla y acaba en una silla de plástico , en esos minutos de reflexión obligada y espera precavida en la que los hipocondríacos sienten todo tipo de efectos tan secundarios como imaginarios, mientras que la inmensa mayoría se dedica a charlar relajadamente con los compañeros de vacunación, colegas de aguja para siempre. El hecho de darse además una coincidencia generacional total, y verse rodeada de gente de la misma edad, causa también un ligero shock en quien no acaba de reconocerse en las canas y arrugas que uniforman a todos los presentes.

En todo caso, se puede afirmar que en Xàtiva la organización de las vacunaciones está siendo impecable, en cuanto a seguridad, puntualidad, trato y, es de esperar, que efectividad, algo que ya no depende de las autoridades sanitarias de la zona. La colaboración entre administraciones, mayormente el Ayuntamiento y la Conselleria, ha sido generosa y sin fisuras, aunque quizás, en una sugerencia algo gamberra, el material de lectura que se facilita para la espera con la misma finalidad que en la consulta de los buenos dentistas podría ser algo más variado, entretenido y con menos autobombo.

La convocatoria para la vacunación se está realizando, pues, en riguroso orden cronológico y profesional, según los criterios acordados en instancias superiores. Y es ahí donde se ha producido algún que otro olvido injusto e injustificado.

Se ha vacunado de forma prioritaria, por supuesto, al personal sanitario, a policías y bomberos , a personal de las farmacias o a quienes trabajan en los centros educativos. Pero no se ha considerado la necesidad de vacunar a quienes también trabajaron durante todo el confinamiento y lo siguen haciendo, en un trabajo que exigen cercanía y contacto con la clientela. Son las cajeras de supermercados y en general de tiendas de alimentación.

Muchas personas que estuvieron al pie del cañón, al principio protegidas de la forma más precaria como pasó a muchos colectivos. Recuérdense los patéticos delantales de bolsas de basura que improvisaban las sanitarias. Que después, han continuado en su puesto de trabajo, en las grandes cadenas, en las pequeñas tiendas de alimentación, cobrando y devolviendo el cambio correspondiente, embolsando productos, viendo desfilar cientos de personas al día, algunas más respetuosas que otras con la salud ajena.

Alguien debería haber pensado en ellas para incluirlas en esos listados de personal que precisaba de una vacunación preferente. No por conceder un premio, sino por proteger a un colectivo al que también se dedicaban los aplausos de las ocho, desde la plena conciencia de que poder comprar el pan y los suministros básicos dependía de que alguien rompiera el aislamiento protector para estar en su puesto de trabajo. En su caso, un puesto de trabajo que en muchos casos, está mal pagado y es precario.

CUANDO TRUENA…

Este año se presenta un primero de Mayo obligatoriamente  imaginativo y virtual protagonizado por toda esa  gente que trabaja para vivir o vive para trabajar. Y que por ello, agradecería  poder hacerlo en las mejores condiciones. sindicatos roto

Es un Primero de Mayo raro, pero más necesario que nunca porque si alguien ha sido protagonista de la experiencia colectiva que estamos viviendo ha sido la gente trabajadora y si alguien merece esas medallas que algunos tanto ansían aunque  no sirven para nada, es la gente currante que se gana el pan con el sudor de su frente,  un día sí y otro también. Esa gente que conforma una mayoría más silenciosa de lo que debiera y que a base de pico y pala, aunque sea en sentido figurado, saca adelante un país que no tiene riqueza mayor que su inagotable capacidad de trabajo y esfuerzo.

Los Sindicatos que son por definición el espacio en donde se asocian los trabajadores y trabajadoras con el objetivo de defender sus derechos  políticos, sociales y laborales convocan en esta fecha  manifestaciones  donde  las organizaciones sindicales se hacen presentes para demostrar quienes son y dónde están. Pero quizás, ante las sonrisas sardónicas que se puedan haber producido al hacer mención a los Sindicatos, sería conveniente alguna reflexión previa.

Los Sindicatos como organizaciones que defienden los derechos de los trabajadores y trabajadoras existen en España desde  1840. Existen en el Estado español más de 50 organizaciones sindicales, siendo las que obtienen mayor representación CCOO y UGT.  Conquistaron  derechos y contribuyeron al levantamiento del Estado de bienestar cuando eran tiempos de fábricas, minas, astilleros y grandes empresas donde el roce hacía el cariño y la solidaridad y los currantes se organizaban con facilidad y poderío. Ahora no viven su mejor momento  aunque Comisiones Obreras,  la organización no gubernamental con mayor afiliación de todas las existentes, cuenta con más de un millón de personas afiliadas. Pero el  auge de las pequeñas y medianas empresas o  la aparición de nuevos modelos productivos se lo ha puesto difícil, sin mencionar la precariedad laboral que es terreno abonado para la resignación y el miedo. A  ello  se suman  decisiones a veces equivocadas y el desprestigio sufrido por casos puntuales de corrupción  aunque sea injusto que las manzanas podridas contaminen la credibilidad y prestigio de toda una organización.

Con todo, cuando vienen mal dadas, cuando en las empresas se imponen condiciones que pisotean alegremente  derechos laborales, cuando se ofrecen salarios de miseria al modo de las lentejas, cuando se estafa con  las horas extras o los horarios, cuando, en resumen,  se oyen los truenos, es cuando se recuerda a Santa Bárbara, es decir a los Sindicatos. Porque constituyen la última barrera de protección ante abusos, el batallón de caballería que podrá impedir que el capitalismo en su expresión más feroz les robe  hasta la cabellera. Quizás de ahí vienen tantas molestias para desacreditarlos y neutralizar su faena reivindicativa que tan incómoda puede resultar a veces.

Ahora resulta pasado de moda recordar que fue la lucha de los Sindicatos  la que consiguió la jornada de ocho horas, o la prohibición del trabajo de niños y mujeres en jornadas interminables de hasta 14 horas. Pero está a la vuelta de la esquina la necesidad imperiosa de evitar que en Madrid despachen, entre aplausos y poco más, a más de 10.000 sanitarios como pretende la Comunidad de Madrid o impedir que 2000 trabajadores de Ferrovial se queden en la calle a las bravas como pretendía la empresa.

Se avecina una tormenta casi perfecta en materia económica que se va a llevar por delante el empleo y va a traer sufrimiento y miseria a gran parte del personal que, sin embargo,  todavía está a tiempo de acordarse de Santa Bárbara y no precisamente para ponerse a rezar.

LÍBRANOS DE LA ENFERMEDAD

Si padeces una enfermedad, aunque sea leve, cuídate. Pero no solo para curarte. Cuídate para evitar que tu baja sea causa de tu despido, y además de enfermo te quedes en paro. Que puede pasar. Hasta ahora parecía que eso de despedir a las personas enfermas era algo no permitido, ilegal y hasta inhumano. Una conducta inaceptable desde un punto de vista moral, en una sociedad que ha de proteger a quien es más vulnerable.

Lo cierto es, por si ustedes no se han interesado en el tema y lo desconocen, que ha habido una reciente sentencia del Tribunal Constitucional que cambia radicalmente el panorama. El que avisa, no es traidor.manos

Es una sentencia que permite el despido por acumulación de bajas médicas. Lo llaman despido por absentismo, que para empezar es una pésima denominación ya que la RAE define el absentismo como “costumbre o práctica habitual de abandonar el desempeño de las funciones y deberes anejos a un cargo”. Y habría mucho que discutir antes de considerar que abandona su puesto de trabajo quien no puede ocuparlo porque sufre una enfermedad que le incapacita, según queda acreditado fehacientemente por la baja médica que extiende un médico del sistema público de salud.

Pero esta interpretación del TC, que se produce gracias a las dos magníficas reformas laborales que ampliaron considerablemente las causas del despido, concluye que éste es procedente si se producen bajas intermitentes que superen el 20% de días de trabajo hábiles en un periodo de dos meses continuados, siempre que el total de días de ausencia sea como mínimo el 5% de las jornadas hábiles, o el 25% en un periodo de 4 meses discontinuos, dentro de un periodo de 12 meses.

Ese batiburrillo, traducido a un caso concreto significa, por ejemplo, que si tienes un trabajo de lunes a viernes, y en los dos últimos meses pillas una gripe carnicera y más adelante la espalda se te engancha, sumando así una decena de días de baja médica y, en total, entre pitos y flautas has faltado doce días por enfermedad en el último año, te pueden poner de patitas en la calle si la empresa decide prescindir de tus servicios. Veinte días de indemnización con un límite de 12 meses y a buscarse la vida.

Todo ello tiene mucho peligro. Significa que habrá quien irá a trabajar en mal estado físico, propagando virus y enfermedades o que otros acudirán con lesiones mal curadas. Implica que debe prevalecer la productividad empresarial frente al derecho al trabajo, a la integridad física y a la salud de las personas trabajadoras. Es una sentencia que abre la puerta a peligrosas prácticas empresariales que podrán poner por delante los beneficios del negocio aún a costa de la salud de los trabajadores y trabajadoras. No está nada bien.

Las mujeres además son perjudicadas de forma preferente porque este tipo de bajas cortas intermitentes fundamentalmente tienen que ver con posiciones forzadas y con puestos de trabajo que suelen estar feminizados. Que se lo digan a las trabajadoras del sector de la dependencia, víctimas cantadas de tendinitis, contracturas en espalda y hombros o dolores cervicales, que además no están considerados como dolencia profesional, aunque sean lesiones producidas claramente por los movimientos repetitivos que realizan.

Así que, a cuidarse. A informarse debidamente porque, como siempre, la letra pequeña es muy importante para entender y poderse defender de una legislación que es claramente un arma contra la clase trabajadora.

Y sobre todo, a pelear, reclamando incansablemente la derogación de las reformas laborales, causantes de muchos males para la gente trabajadora de los que nadie quiere hacerse responsable.

INDECENTE

Abogar por el trabajo indecente provocaría, sin duda, una reacción espectacular. Es seguro que no cosecharía demasiados aplausos, aunque sinceramente, y visto lo que anda por ahí,  hay que presuponer que algunos que sólo  escupen odio e ignorancia,  igual  comprarían el discurso porque la insolencia y el cinismo suelen ir de la mano.

trabajo decentePero dando por hecho que todavía no nos hemos vuelto locos del todo, hay que pensar que cuando el pasado lunes, todo el mundo, literalmente,  clamó por el Trabajo decente es porque existe  la convicción general de que el trabajo es un derecho que debe darse en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana. Lo que no sucede en general si se piensa en las personas que han fabricado algunas de los productos que usamos a diario, desde la ropa a los móviles.

España es el tercer país después de Rumania y Grecia, “campeón” en lo que se llama pobreza laboral, es decir, trabajo con salarios insostenibles y condiciones de esclavitud. No hay más que recordar a la persona que limpia la escalera de nuestro edificio o nos trae la pizza a casa.

Una de cada diez personas que trabajan en España es pobre, da igual las horas que eche en el curro, contamos con el mayor número de jóvenes angustiados por un futuro incierto,  mientras  que los períodos en paro se prolongan y  predominan los contratos temporales que nadie desea. Es una fotografía claramente indecente que desaparecerá cuando ciertas reformas laborales vayan al cubo de la basura y haya garantías legales que impidan los abusos y la explotación.

Por otra parte, acostumbramos a vincular el trabajo al empleo remunerado. Ese  que conlleva una retribución aunque sea insuficiente y se reconoce, aunque no siempre, como aportación a la sociedad. Pero  hay un trabajo/empleo que aunque supone una aportación imprescindible,  no cuenta con ninguna de esas características: el relacionado con el cuidado de las personas. Una faena inacabable porque cualquiera  en algún momento de su vida ha necesitado ser primorosamente atendido para sobrevivir. Y, de ir las cosas medianamente bien, volverá a necesitar esa atención al final de su vida

Ese trabajo, desempeñado mayoritariamente por mujeres, es una faena que no tiene precio, no se paga, de hecho,  en la mayoría de los casos y cuando se retribuye, se hace muy por debajo de su valor real. Solo en España, la OIT destaca que  se emplearon 130 millones de horas diarias en 2018 en la atención a los siete millones de menores de 15 años  y tres millones de ancianos. Una cifra que equivale a 16 millones de personas, trabajando ocho horas al día, con alegría  y sin cobrar.

Sin embargo, la inversión pública para atender estas necesidades suele ser sacrificada ante otras urgencias como por ejemplo sucede en Xàtiva, donde se subordina la  inversión en una escuela pública infantil frente a otras inversiones. El mundo se detiene si las mujeres paran, cantamos a coro,  pero sigue sin existir un  reconocimiento laboral de las tareas de cuidado como si no conllevaran sacrificio y especialización. Y la modernidad no implica la comprensión de que  las mujeres no poseen en exclusiva la  capacidad y la obligación de atender las necesidades de terceros.

En todo caso, alguien tiene que cuidar a las criaturas y atender a las personas dependientes pero no está escrito que sean las mujeres, sin salario, sin horario, sin derechos. Se podría considerar uno de los trabajos más indecentes y debería requerir, no un día de condena al año, sino la exigencia permanente de un sistema económico capaz de anteponer a las personas ante cualquier otro interés.